Carlos Enrique Canseco Valenzuela
@linea_th
La temporada de día de muertos es uno de los momentos más significativos en la tradición mexicana, una celebración que honra a nuestros seres queridos y refleja la riqueza cultural del país. Sin embargo, en los últimos años, el aumento de productos importados, particularmente de origen chino, ha puesto en jaque a los pequeños y medianos productores nacionales.
Los mercados locales se adornan con las claveritas de azúcar, flores de cempasúchil, papel picado de colores brillantes y el aroma inconfundible del incienso todos estos productos son elaborados con dedicación y técnicas que han pasado de generación en generación.
Pero todo esto se ve opacado por la llegada de mercancías importadas de bajo costo como lo son decoraciones de plástico, papel picado industrial y figuras producidas en serie que desplazan las creaciones artesanales. Tal vez los precios accesibles resultan más atractivos para el consumidor ya que últimamente los costos de los productos aumentan más que el salario.
Artesanos, floricultores, panaderos y fabricantes de velas se enfrentan a un adversario difícil, la producción masiva y económica. Muchas de estas personas dependen en gran medida de estas fechas para aumentar sus ingresos que se ven afectados por los productos industriales que se comercializan en tiendas departamentales.
Mas allá de lo económico, elegir productos nacionales es una forma de preservar la esencia del Día de Muertos. Cada vela, dulce, papel picado, taza o alguna figura hecha a mano cuenta una historia y refleja el alma de los artesanos que día con día se esfuerzan para producirlas.
La producción masiva y rápida podrá ser más accesible, pero al igual que las maquinas que las producen son frías y sin emoción, solo buscan satisfacer la demanda de productos, no cuentan una historia y mucho menos buscan preservar nuestras raíces.