Suamy Hernández Telles
@linea_th
La sombra de la injusticia se siente sobre Tehuacán como un manto oscuro, sofocando la esperanza de sus habitantes y dejando tras de sí un rastro de dolor y tragedia. En la ciudad, la vida parece haberse convertido en una moneda de cambio, donde la violencia y la impunidad dictan las reglas del juego. Cada historia de injusticia es un grito desgarrador que resuena en los corazones de quienes todavía creen en la posibilidad de un cambio.
Casos como el de José Manuel, motociclista atropellado por un conductor presuntamente alcoholizado, quien quedó en libertad sin hacerse responsable; el de Susy, víctima de feminicidio en San Luis Temalacayuca, apuñalada 17 veces por su pareja, quien ahora está detenida por presunto secuestro; el de Octavio, asesinado en un presunto robo; o el de Amalia, una docente que fue asesinada. Robos que han terminado en muerte, negligencias viales que terminan en impunidad, es lo que abunda en la ciudad.
Las palabras de coraje son constantes, pues familiares, amigos y personas cercanas siempre llegan a la misma conclusión: los asesinos no solo les quitaron el dinero, no solo los atropellaron, no solo las amedrentaron, sino que también les arrebataron el futuro que tenían por delante. La brutalidad de estos actos es un reflejo de una sociedad que ha perdido el rumbo, donde la violencia se ha normalizado y la justicia parece un concepto abstracto y lejano.
En Tehuacán, la injusticia no se limita a la violencia física. Las promesas rotas y la falta de acción por parte de las autoridades son una constante. Cada asesinato, cada acto de violencia que queda impune, es un recordatorio de que la justicia es un privilegio del que pocos pueden gozar. La desconfianza hacia las instituciones es palpable; las palabras de consuelo y las promesas de investigación suenan huecas y vacías.
Con lágrimas en los ojos, la voz cortada y la impotencia a flor de piel, Jarumi Ángel comentó:
"No les pueden quitar su sueño, me duele lo que está pasando. Soy ciudadana, soy amiga, soy maestra, soy mujer y me siento con coraje. Estoy cansada."
Las historias de injusticia en Tehuacán son muchas, y cada una de ellas lleva consigo una carga de tristeza y desolación. Familias destrozadas, sueños truncados y una comunidad que lucha por encontrar un sentido en medio del caos. El miedo se ha infiltrado en cada rincón de la ciudad, y la gente vive con la constante preocupación de que ellos, o alguien a quien aman, puedan ser los próximos.
Pero en medio de tanta oscuridad, también hay destellos de esperanza. Las protestas, los cierres y los movimientos ciudadanos son señales de que la gente de Tehuacán no está dispuesta a rendirse. Cada marcha, cada grito de "no más injusticia", es una muestra de resiliencia y una demanda de un cambio real y duradero. La comunidad, unida en su dolor, busca transformar su sufrimiento en una fuerza motriz para un futuro mejor.
Todos ellos son el rostro de no más injusticia en Tehuacán.