Ángel Morales Valentín
@linea_th
Magdalena Cuayucatepec, cultivos, pozos, fertilidad, fe, naturaleza y chintetes son palabras que pueden definir a esta junta auxiliar, tierra bendita para algunos vecinos de esta población y que son más que palabras para los habitantes de Cuayuca como le dicen muchos para acortar el nombre, estos adjetivos son su identidad que los enorgullece.
Pero si habría que agregar una palabra más sería “misterio”.
La historia de Cuayucatepec es por demás conocida, pero existe un momento y suceso de la población que es poco conocido y que ha sido olvidado de generación en generación y callado por los pocos que lo saben, la historia del primer asentamiento nombrado “Cuayuca Viejo”.
Son las personas mayores y primeros habitantes quienes decidieron nombrar así al primer asentamiento para diferenciarlo del actual, ya que ambos se conocen como “Cuayucatepec”, que en la lengua náhuatl significa “cerro de víboras”, justo por la abundancia de esta especie, además de los chintetes (lagartija espinosa del pacífico) porque es el animal más emblemático y abundante actualmente.
La historia oficial de Cuayucatepec dicta que esta asentadura fue fundada en el año de 1612 por el cacique Don Agustín de Santiago, de origen Tlaxcalteco y quien donaría los terrenos para que se formara un nuevo pueblo, el cual pertenecería al municipio de Tehuacán. Sin embargo, aquí cabe una duda ¿a quienes les donó estas tierras? La respuesta para muchos es que “Cuayuca viejo” había “perdido” su hogar, mismo que sus habitantes habían abandonado en medio de un misterio que quisieron esconder recelosamente a sus descendientes.
Precisar en la historia de Cuayucatepec es difícil por no decir casi imposible, incluso al cronista tehuacanero, Joaquín Paredes Colín, le pareció un misterio y un reto complicado conseguir la muy poca de la historia de “Cuayuca viejo” que ya se encuentra a la vista de todos los habitantes en sus murales de la presidencia.
Justo al nororiente de la población hay un cerro que sobresale de los demás por su gran tamaño y forma, el conocido de manera popular como “cerro encantado” y de nombre oficial cerro tepexante, que significa en náhuatl “cerro de piedra”, por la abundante cantidad de la roca conocida como tepetate en él. Diariamente ya sea de reojo o fijamente más de un “chintete” ha volteado a ver más de una vez este cerro, pareciéndole cuando menos curioso sin saber que allí estuvieron sus antepasados.
La voz de Doña Aurelia Carrera (finada) aún se recuerda, ella contaba que en sus años de vida compartiría con familia y circulo mas cercano la historia de “Cuayuca viejo”, ya que sería de las pocas personas que contaba la historia abiertamente a sus hijos y nietos.
Contaba Doña Aurelia que en este peculiar cerro estaba establecido Cuayucatepec originalmente, no se puede decir con exactitud cuántos siglos tras de fundación del actual asentamiento, pero sí se sabe que contaba con varias casitas de tepetate, y en su centro dos templos dedicados a dioses de la cultura mexica y popoloca, y tanto la ubicación del asentamiento como de los templos, no estaban hechos al azar, ya que estaban centrados en una posición estratégica para no descuidar ningún punto cardinal.
Al norte tenían uno de sus puntos más importantes: sus sembradíos. Desde esa época ya destacaban por ser una población agrícola, al este podían ver poblaciones que hoy lleva el nombre de Santiago Miahuatlán y Tehuacán, además de cuidar una de sus entradas; al sur tenían otro punto de suma importancia, ya que era una vía de comunicación con el señorío de Teontepec, el cual en esa época se presumía eran aliados al igual que el señorío de Tecamachalco, con el cual tenían un punto de comunicación al oriente, donde aún puede verse el volcán Popocatépetl por su siempre intensa actividad.
No solo destacaba el cómo se le decía “Señorío de Cuayucatepec” en agricultura, sino debido a su posición estratégica se contaba que era una población guerrera eficiente para defender su pueblo de invasores, por lo cual no era de extrañarse que tuvieran alianzas con las poblaciones cercanas, incluso se comentaba que estos factores eran los que hacían que fuera un asentamiento difícil de conquistar por invasores. Entonces ¿cómo un pueblo tan próspero y autosuficiente tuvo que ser abandonado por decisión propia y rápidamente? Todo apunta a un fatídico y vergonzoso error cometido por los ancestros.
Sucedió una tarde más del año 1612 cuando un mensajero de una comunicad vecina que estaba por mermada por los colonizadores buscaría desesperadamente apoyo y respaldo de Cuayuca, este se adentraría entre los terrenos y siendo detectado rápidamente se le daría una respuesta, pero no la que él esperaba.
Antes de siquiera poder identificarse, los locales lo atacarían y someterían rápidamente, sin explicaciones. El pobre emisario fue llevado al templo principal donde sería castigado, torturado, desollado vivo y finalmente asesinado. Como bandera de advertencia a los invasores su piel y carne serían exhibidos en lo alto de sus templos, ya que para este punto de la historia los habitantes de Cuayucatepec ya estaban en alerta y a la defensiva de sus enemigos.
Este sería el error vergonzoso que los ancestros trataron de borrar de su historia, tratando de olvidarlo. Doña Aurelia pensaba que en castigo por tal atrocidad –siendo catalogada como una traición hacia sus semejantes– los dioses a los que estos habitantes adoraban, decidieron abandonarlos y no solo eso, sino también maldecirlos, apenados y arrepentidos fueron obligados a destruir con sus manos su pueblo que durante tantos años habían hecho prosperar.
Desahuciados bajarían al valle, al centro de la actual población donde tras la donación de los terrenos de Don Agustín de Santiago, iniciaron un nuevo su pueblo, pero siendo en este lugar finalmente doblegados por los conquistadores, tras años de resistirse a ellos, que no conformes con esto decidieron obligarlos a bajar los cimientos que dejaron en su primer asentamiento, y así con los mismo comenzaron a edificar la iglesia de “Santa María Magdalena”, razón por la cual este templo es de los más antiguos de la región de Tehuacán y conformando su actual nombre de “Santa Maria Magdalena Cuayucatepec”.
Pero queda la duda más grande al aire ¿cuál era la maldición? Es algo que hasta la fecha no se puede precisar, aunque se cree que tiene que ver con el supuesto “encanto” que tiene el cerro Tepexante, por eso generaciones y generaciones aseguran sin saber la historia de “Cuayuca Viejo” que ese cerro está encantado, aunque muchos solo conocen de manera parcial.
Con base en las leyendas y la historia de Doña Aurelia y de pastores, vecinos y foráneos, podríamos decir que el encanto está conformado en tres partes, una peor que la otra. La primera dictamina que si desciendes del cerro durante el crepúsculo podrás toparte con almas en pena que ya no pertenecen a este mundo, gente que te saluda y al responder el saludo ya no está.
Si logras bajar hasta los cerros aledaños se supera apenas el primer desafío; sin embargo, si no fuiste lo suficiente diestro para bajar vendrá la segunda fase, ya que si la penumbra de la noche te alcanzó, no podrás descender de este cerro, bajarás toda la noche por caminos aparentemente rectos sin final alguno, y aquí pueden pasar dos efectos, la apreciación de mucho tiempo es en realidad muy poco y la segunda es que estas totalmente “perdido”.
Se cuenta que quienes han quedado atrapados en el cerro siente mucho sueño, pero no está permitido dormirse, si lo haces puede que sea la última vez que sientas sueño. Durante tu recorrido eterno sentirás la mirada de algo o alguien que espera pacientemente a que duermas, porque de hacerlo ese algo, te arrastrará al fondo de la barranca aledaña al monte y te dejará caer para que seas víctima. Además, se cree que la única forma de vencer estos encantos es orar y mantenerse despierto hasta que la luz del día toque el cerro, solo en ese momento podrás orientarte y bajar del mismo, algo que ha podido ser comprobado por más de uno.
Existen dos relatos de dos hombres distintos, uno que pasó de boca en boca que habla sobre un pastor que quedó dormido en este sitio y fue arrojado a la barranca, sobrevivió a la caída, pero no a las lesiones que pocos días después lo mataron; sin embargo, el hombre comentaba que entre sueños vio a unos niños arrastrándolo a la barranca sin el poder hacer nada.
El segundo relato extraído de la página de Facebook “Cuayuca Pueblo Bonito”, ahí se cuenta que en este cerro, al igual que muchos de la región, se abre la madrugada del 24 de junio, Día de San Juan donde “el amigo”, “el charro negro” o “el innombrable” como muchos le dicen a la figura del diablo, aparece para comprar almas o hacerlas presas de él, esta creencia se mantiene hasta nuestros días y es la más popular entre la gente.
Dentro de ese segundo relato se cuenta que dos hombre iban de regreso a Cuayucatepec desde Tecajete, pero al atravesar este cerro, en una “tienda” uno de los hombres s e adentró y quedando atrapado por la eternidad, sus familiares quisieron recuperarlo y regresaban al lugar –cuentan– pero jamás lograron encontrarlo.
Aunque no existe una prueba tangible de lo dicho, muchos vecinos le tiene un respeto a este lugar, al“cerro encantado” que hoy es muy transitado por el día, pero que deja de serlo al atardecer y por la noche porque verdad o mito, nadie quiere descubrirlo en carne propia.
El saber mas de la historia de “Cuayuca viejo” en nuestros días no es imposible debido a que la naturaleza reclama el lugar de poco en poco. Ahí solo quedan dos vestigios del lugar, en una de las subidas de este cerro está establecida una pequeña ermita a la virgen de Guadalupe, la cual no solo tiene una imagen formada de roca de la “morenita”, sino que la gente que encuentra cosas las deposita ahí, encontrando fragmentos de barro antiguo, formaciones extrañas y hasta flechas, siendo casi un pequeño rescate de la antigua población.
Dicen que la historia no olvida, pero que pasa cuando la historia es olvidada, eso es algo que Cuayucatepec ha hecho con el paso de las generaciones: olvidar su historia. El único que sabe y la puede precisar es el gigante de la naturaleza del cerro Tepexante ¿Qué nos podría contar si hablara? ¿Qué secreto guardará? Eso es algo que callará al parecer casi siempre.
Este artículo es colaboración del Centro Universitario Tehuacán para el proyecto "El periodismo va a la escuela". La investigación de campo es exclusiva de los alumnos y de Primera Línea.