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Agustín de Iturbide nació el 27 de septiembre de 1783 en Valladolid, Nueva España. A los 15 años de edad, abandonó el Seminario de San Pedro, al que había ingresado desde la infancia, para dedicarse a labores del campo en las propiedades de su familia. Poco después se integró a las fuerzas militares del regimiento provincial de su localidad. En ese periodo adquirió el sobrenombre de Dragón de Hierro, debido a sus habilidades como jinete.
Durante el inicio de los levantamientos armados contra el virreinato, Iturbide logró consolidar su presencia dentro del ejército novohispano hasta alcanzar el grado de teniente dentro de la infantería de Valladolid en 1805, mismo año en que contrajo matrimonio con Ana María Huarte, una mujer hacendada de la región.
A lo largo de los siguientes años, la figura política y militar de Iturbide fue en ascenso al combatir a la insurrección y diezmar las tropas de José María Morelos y Pavón. Luego fue acusado de corrupción, cargo del que fue absuelto, por lo que decidió separarse del ejército dedicándose a trabajar en sus haciendas.
Después de un lustro alejado de las armas, regresó en 1820 para continuar con la lucha en contra de la insurgencia, entonces liderada por Vicente Guerrero. En ese momento, el movimiento rebelde se encontraba reducido a pequeños grupos de choque dispersos en diferentes regiones. Iturbide le propuso una tregua a Guerrero con el fin de detener el derramamiento de sangre.
Al final sostuvieron un encuentro que tuvo lugar en Acatempan el 10 de febrero de 1821. Tras el intercambio de un breve diálogo, ambos jefes militares se fundieron en un profundo abrazo. El hecho conocido como el Abrazo de Acatempan selló la unión de los ejércitos en uno solo denominado Ejército Trigarante.
La entrada a la Ciudad de México de este ejército encabezado por Agustín de Iturbide el 27 de septiembre de 1821, marcó la consumación de la Independencia. El libertador recibió las llaves de la ciudad para después presenciar el primer desfile militar del México Independiente desde el balcón de Palacio Nacional.
Luego de haber sido votado y aprobado por el Congreso, el criollo originario de Valladolid fue coronado como emperador de México bajo el nombre de Agustín I, el 21 de julio de 1822. La inestabilidad propiciada por las divisiones políticas obligó a Iturbide a abdicar del trono casi un año después saliendo desterrado a Italia.
Durante su exilio en Europa, recibió noticias de que existían planes de España de reconquistar los territorios perdidos de la Nueva España. Por tal motivo, decidió embarcarse de regreso al continente americano para alertar sobre los riesgos que corría la soberanía nacional.
Según consta en la biografía de Iturbide escrita por José Joaquín Pesado alrededor de 1854, el militar mexicano dedicó una de sus últimas cartas a su hijo mayor. En el escrito, Iturbide se despide de su familia, “adiós, hijo mío, muy amado: el Todopoderoso (sic) te conceda los bienes que te deseo”.
Lo que no sabía Iturbide es que, en su ausencia, el Congreso lo declaró traidor a la Patria y enemigo público del Estado, además, se decretó pasarlo por las armas en cuanto este pusiera un pie en México. Una vez que desembarcó en Soto la Marina, Tamaulipas, fue capturado y pasado por las armas en Padilla, el 19 de julio de 1824.
Los restos del Dragón de Hierro permanecieron en aquella región del país hasta 1838 en que fueron trasladados a una capilla de San Felipe de Jesús, ubicada la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, donde reposan hasta la actualidad, tal como fue su voluntad en vida.
Carlos Navarro y Rodrigo en su libro Vida de Agustín de Iturbide: Memorias de Agustín de Iturbide, refiere que momentos antes de recibir la descarga de ejecución, dijo: “¡Mexicanos! En el acto mismo de mi muerte, os recomiendo el amor a la Patria y observancia a nuestra religión… Muero por haber venido a ayudaros; no quedará a mis hijos y su posteridad otra mancha: no soy traidor, no.”
Entre las pertenencias de Iturbide se encontró un manifiesto que el propio criollo había redactado para los mexicanos en el que dio a conocer las razones que lo trajeron de regreso. En el documento argumentó venir “no como emperador, sino como soldado, y como un mexicano… el objeto es solamente contribuir con mis palabras y espada a sostener la independencia y libertad mexicana”.
Con información de Excélsior