Evelyn Monserrat Guerrero Xuchitl
@linea_th
Como su nombre, su vida también ha estado hecha de situaciones complejas. Dolores Palacios Flores, cuenta su historia sentada al borde de un sillón que la consuela en el asilo de Tehuacán.
La más chica de tres hermanos y la única sobreviviente a causa de una fuerte temporada de viruela que no le permitió la vida a cada uno de ellos por lo que Lolita jamás les llegó a conocer.
De orígenes muy humildes, Dolores jamás tuvo estudios, lo que sí aprendió fue a trabajar desde muy pequeña para ganarse la vida.
-Yo fui de un pueblito, no tuve estudios, me dediqée al quehacer de la casa y aprendí a moler desde muy niña-, dice.
Originaria de San Cristóbal Tepeteopan, apenas conociendo el mundo sus padres decidieron vivir en Tehuacán. Instalándose en la junta auxiliar de San Nicolás Tetitzintla, colonia que la vio crecer.
Lolita se dedicó a trabajar y a ayudar a sus padres en cuanto tuvo conocimiento y capacidad de hacerlo, trabajando en el molino y la tortilla así era su día a día hasta que perdió a su padre y a su madre. Quedó huérfana en edad adulta, primero su padre y al año su madre, lo que la dejó en una soledad enorme, no teniendo marido, ya que sus padres la sobreprotegían mucho de modo que, no conoció a nadie en ese tiempo.
Con el corazón en el pecho y el alma dolida, Lolita tuvo que seguir adelante, trabajando arduamente para poder vivir al día y cubrir los distintos gastos de su hogar. Desde muy temprano comenzaba a moler, a hacer tortilla de trigo, tlacoyos de frijol y taquitos de tales para después recorrer los rumbos de San Nicolás, San Lorenzo, El poblado de El Riego, El Centro y Santa Cecilia, a la venta de sus productos.
-Me hice de clientes por todos lados, eso fue lo bueno, porque era un trabajo pesado, pero dejaba buen dinero-, dice.
En uno de los días de trabajo y por el Poblado del Riego conoció al que fue su esposo y compañero de vida, Cirilo López Juárez con el que contrajo matrimonio e hizo una vida.
-Lo conocí, me case con él, no diré que mi vida cambió por completo o me dio la gran vida, pero si tuve un gran compañero con quien compartir momentos, quien me mantuvo y me dejo un espacio dónde vivir-, recuerda.
Su vida laboral siguió siendo la misma, dedicarse a la tortilla y elaboración de antojitos mexicanos, solo que ahora con el aporte y compañía de un amigo eterno. Los sábados salía en compañía de él a la plaza a surtir su despensa, comprar fruta y verdura para comer en la semana. También ella recuerda celebrar los cumpleaños con su amado.
-A mí me gustaba tener gallinas, entonces en el cumpleaños de él o el mío, aparte de darnos el lujo del pastel, matábamos una y la hacíamos en mole, así convivíamos él y yo y también invitábamos a los vecinos-, explica.
Llegó el momento de querer tener su propia familia, pero un suceso lamentable se lo impidió las dos veces que se intentó. Lolita como mujer llevó con éxito todo su embarazo, pero por una extraña razón ninguno se sus embarazos concluyó completamente y lastimosamente los perdió, por su bien, su esposo y ella decidieron no intentarlo más y se operó.
-Me hicieron dos cesáreas y en las dos mis bebes salieron muertos-, comparte con nostalgia.
Con el paso del tiempo y de los años, sucedió lo que para Dolores sería un golpe más a su vida, su esposo enfermó y por la carencia y necesidades no logró ser atendido debidamente y a consecuencia de ello su salud empeoró y no logró recuperarse.
-Un día sábado, -lo recuerdo muy bien- estábamos por salir a la plaza, lo dejé sentado en la cama. Al regresar lo encuentro temblando y le dije “Y ahora qué tienes, si estábamos platicando bien”, pero el ya no me pudo responder, intentaba hacerlo, pero solo balbuceaba. Salí corriendo a carretera a buscar coche y llevarlo a hospital, pero no me lo lograron, murió de embolia y coágulos en el cerebro, me dijo el doctor que era algo que no tenía solución-, cuenta con voz baja.
Lolita quedó viuda a los 58 años de edad, la vida, las carencias, la necesidad y los pocos recursos le arrebataron a quien fue su primer y único compañero, al amor de su vida y su única compañía quedando sola y desamparada en este mundo terrenal.
Dolores tomó las pocas fuerzas que le quedaban para seguir adelante, para mantenerse de pie, fuerte y así enfrentar lo que la vida le pusiera enfrente, pero esta vez sola y sin ayuda.
Debido a su oficio y lo que este implicaba, Dolores gradualmente fue presentando molestias y dolores articulares, lo que se podía deducir que eran principios de artritis.
-Molía caliente y en temporadas de frío y lluvías tenía que llevar mi venta caliente, ¿Quién me iba a comprar comida fría? Así que envolvía bien mi tenate con servilleta y me iba a vender sin importar el tiempo, por no cuidarme, las articulaciones comenzaron a doler al punto que no soportaba-, indica.
Después de un dolor casi insoportable Dolores decidió acudir al médico, quien le recomendó no moler más, ya que estaba a principios del padecimiento de artritis y empeoraría más rápido si seguía con su oficio tal y como lo llevaba a cabo desde siempre.
-Me dio medicamento y funcionó, yo terca y como ya me sentía bien, decidí seguir trabajando, no imagine que el dolor empeoraría más y más, necesitando yo medicamentos más fuerte-.
Al quedar sola y por su edad Lolita ya no pudo continuar sus actividades por mucho tiempo, gradualmente enfermó por las condiciones y su ritmo de vida en el que vivía. Su oficio y malos cuidados le entregaron cuentas finalmente, dando como resultado dolores insoportables que al final le impidieron moverse.
-Siempre voy a recordar ese día, un día primero de marzo, me agarró la enfermedad más fuerte, ya no me podía parar y gritaba de dolor y pedí auxilio a los vecinos-.
El padre de San Lorenzo la visitaba, le llevaba fruta, comida o lo que pudiera necesitar y también con intención de convencerla de ir a un asilo para pasar ahí su vejez, hasta que la hermana de la iglesia de Santa Catalina le llamó.
-“Tú vas mal y aquí sola vas a acabar más mal, mejor te llevo a asilo, ahí te pueden cuidar un poco mejor” Le dijo el padre haciéndole entender que ella no podría sola.
Actualmente Dolores tiene 72 años de edad, nació un 15 de septiembre de 1952, lleva tres años desde que llegó al asilo y quedó en manos de las madres, quien se han encargado de cuidarla y darle las atenciones suficientes según sus necesidades. Cambiaron su alimentación, mejoraron su vida espiritual y le dieron atención fisioterapéutica. Hoy, Dolores se encuentra mucho mejor y recuperándose, con cuidados de calidad y por supuesto ánimos para seguir viviendo.
-“De la noche a la mañana comencé a echar pasitos, claro que no camino así recio, recio, pero ya aguanto caminar aunque sea con la andadera, salgo al patio y ahí ando, ya no estoy tirada en la cama con dolor y tristeza”-, cuenta.
Es completamente normal que al ingresar a un lugar distinto a tu casa, donde no hay nada que te recuerde como vivías o que tenías antes, quieras volver, salir y regresar a tu vida normal; sin embargo, para una persona que tiene padecimientos, requiere cuidados y no tiene quien se los dé afuera: no es recomendable la soledad.
-Ahorita ya me estoy hallando, a veces pienso, me entra un poco de desesperación, me acuerdo de mi casa y digo, como no estuviera yo ahorita en mi casa y después vuelvo a recapacitar en mi mente y digo, no, qué voy a estar haciendo ahí, quién me va a ver”-, platica.
Dolores se encuentra agradecida por su mejoría, con las madres, las enfermeras y por supuesto con Dios, quien asegura que no la ha dejado sola en todo ese trayecto, rezando lo poco que sabe al dormir y despertar cada día.
-“Cuando hablo con Dios siento que consuela mi alma, en mi mente le digo, Dios ayúdame, que no me pase nada, que amanezca yo con bien mañana”, así me encomiendo a Dios y siento algo que me borra el pensamiento, logrando conciliar el sueño”-.
-“Ustedes que son jóvenes, cuídense, piensen en trabajar para salir adelante y ser algo en esta vida. Ya que si uno no hace nada de joven, ya llega uno a viejo y ya no sirve uno para nada, comienzan las dolencias que impiden trabajar”-, recomienda.
Actualmente es alarmante la cantidad de personas en situación de calle que aun no logran salir de ella y que además no han recibido ningún tipo de apoyo que por simplemente existir y ser humanos tiene derecho. Por la protección de los grupos vulnerables es un tema crucial para construir una sociedad más justa, equitativa que este de la mano. Es necesario un esfuerzo conjunto por parte de todos los actores sociales para garantizar que todos los miembros de la sociedad tengan la oportunidad de alcanzar su pleno potencial.
Este artículo es colaboración del Centro Universitario Tehuacán para el proyecto "El periodismo va a la escuela". La investigación de campo es exclusiva de los alumnos y de Primera Línea.